› Crónica Black Star Riders. 14 de noviembre de 2015. Sala Arena. Madrid.

› Fotos Black Star Riders. 15 de noviembre de 2015. Razzmatazz2. Barcelona.

Qué bien le sentó a la formación de Scott Gorham cambiarse el nombre. Debieron hacerlo mucho antes. Editar música propia, también. Lo que otrora se llamase Thin Lizzy, aunque mucho antes habían dejado de serlo, se presentaba en Madrid como Black Star Riders, con repertorio propio y no muchas más versiones de las que haría cualquier banda de rock en un bolo normal. Presentaron ambas cosas: sus valerosos temas, y la identidad propia que con arte se han trabajado.


El pico adrenalítico que aporta Warwick -con guitarra eléctrica, acústica, o sólo armado con el pie de micro- al equipo que cuenta con la clase de Gorham, que solea como los clásicos, y el resto de reputados, Johnson, Crane y DeGrasso, es la punta de un iceberg que, bajo el agua, es todo rodaje, ensayos y química. Juntas a varios tipos que se entrenaron girando con un nombre que no les correspondía para, después, hacer buenas canciones y representarlas con orgullo de autor, y la cosa funciona de cojones.

El grupo está tan rodado que ni ese señor de 64 años, otrora escudero de Phil Lynnot, parece necesitar parar entre tema y tema. Es tal el endemonie con el que atacan al público que en hora y media se ventilaron un repertorio de diecinueve temas; entre ellos, hubo de todo, aunque el protagonista fue "Killer Instinct", su segunda entrega discográfica, de la que interpretan un 80% y con el pecho bien hinchado.


Fraseos doblados y triplicados, duelos al foco; entretanto, un frontman que lo tiene todo, desde estilo vistiéndose de malote, hasta una voz solvente en vivo, amén de un saber estar donde se le requiere en cada momento, ya sea en primera línea o en tercera cuando no es su momento. Y de esto último, el abuelo también podría presumir, pues aunque su diversión al tocar se percibe como puro carisma, jamás se excede, y ni falta que le hace. En conjunto, suenan a tren de mercancías, a caja de bombas.

Evidentemente, lo más celebrado fueron los Jailbreak, The Boys Are Back in Town, Emerald, Waiting for an Alibi y Whiskey in the Jar. Son himnos que se cantan hasta en un bar de barrio periférico. Sin embargo, todo el repertorio se recibió con calidez, tanto los temas del primer como del segundo trabajo. A destacar la festiva Hey Judas y los singles The Killer Instinct y Bound for Glory, todo muy Lizzy y, a la vez, muy actual, huyendo del manido sonido retro, saturando las guitarras para hacer algo fresco en clave clásica.


Una de las bandas del momento.

Sólo extrañamos un sonido a la altura y un emplazamiento que le haga justicia a público y banda. No creo ser el único que concierto a concierto se acerca al colapso cada vez más. Y no sólo es el sonido: pobre de quien llegase justo de tiempo; dudo que desde atrás viesen algo aparte de columnas y cogotes.

Tx:Edgar Carrasquilla @Edgar_Corleone. Extraida de The Best Music. / Fotos: K.

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